jueves, 21 de enero de 2010

terremoto sacudió a Haití

fue de 6,1 en la escala de Richter y tuvo epicentro a 57 km de la capital. El sismo terminó de derrumbar edificios semiderruidos de Puerto Príncipe y provocó serios destrozos en barrios pobres. Soldados de EEUU tomaron el control del principal hospital público.
Otro potente terremoto sacudió a Haití
Un enjambre de moscas se posan sobre piezas de cerdo que están en venta en un mercado al aire libre en el barrio de Cité Soleil, de Puerto Príncipe. AFP

jueves, 21 de enero de 2010

Primero vino un estruendo y de inmediato un fuerte grito del custodio: "¡Atención, atención!". Fue un solo acto saltar de la bañera y preguntar: ¿Qué pasa? ¿Ladrones?". En cuestión de fracciones de segundos y ya consciente de lo que ocurría exclamé: "¡Un terremoto!". El piso del baño se movía fuerte y empezó el mareo.

Apoyada en una pared, por miedo a caer, buscaba el picaporte para abrir la puerta. Pero de nuevo, la voz del gendarme indicó: "¡Quédese ahí que es un lugar seguro!". No pasaron 15 segundos desde el inicio y final del episodio, pero parecieron eternos.

El temblor que alcanzó 6,1 de la escala Richter a las 6 de la mañana, con epicentro a 57 km de Puerto Príncipe, elevó el estado de tensión que padece desde el martes 12 la población haitiana.

Un móvil policial que vigilaba el centro de la ciudad informó que el mismo sismo había arrasado con lo que quedaba de Leogane, al NO de la capital. Pero también provocó serios destrozos en Carrefour, otro suburbio marginal. Varios edificios del casco céntrico de Puerto Príncipe terminaron de derrumbarse. Y era más difícil la remoción de escombros.

Un recorrido por la ciudad mostró nuevos derrumbes que se habían producido por la mañana. Las amplias plazas céntricas continuaban colmadas con decenas de miles de personas que duermen hacinadas sin destino ni privacidad. Resisten en esas condiciones y esperan conseguir comida. "Nos quedamos aquí porque sabemos que podemos recibir ayuda", dijeron.

En este cuadro dantesco, que los haitianos califican de infierno, las tropas de Estados Unidos tomaron el control del principal hospital público. Un centenar de paracaidistas de la Fuerza Aérea norteamericana había defendido el martes los jardines del palacio de gobierno en una escena hollywoodense. Bajaban de helicópteros artillados. Su misión, según informó un suboficial del batallón, es "respaldar la normalización" de las deplorables condiciones de ese centro de salud.

Se pudo así comprobar, una vez adentro, que las instalaciones estaban limpias y mucho más ordenadas que los días anteriores.

Fue André Preval, el presidente haitiano, quien pidió a Washington que se hiciera cargo de los heridos que pasan por el lugar. El jefe del Estado quedó literalmente sin capacidad para gobernar. Le faltan desde los edificios hasta la burocracia, que murió aplastada por hierros y mampostería.

Para el presidente Barack Obama es la ocasión para demostrar la naturaleza humana que persigue con el envío de 10 mil soldados al país caribeño.

De paso, toma en sus manos los principales resortes del Estado. Pronto irá a desembarcar en el Banco Central: es que Preval ya solicitó a Washington que la FED imprima cientos de miles de nuevos gurdas, la moneda haitiana. "Son necesarios para generar liquidez al sistema", dijeron economistas a esta enviada.

Lo que aún no se resuelve es al asistencia al resto de la ciudad destruida que permanece oculta a la vista de visitantes de ocasión. En una calle de Dalmas, un barrio de sectores de clase media y trabajadores, una mujer permanecía sentada en la puerta de su casa con la mirada perdida. La asistían dos vecinas. Con siete hijos varones y una mujer, Scharité Bollen, apenas levantaba la vista para responder. Contó que su hija Carolina, de 26 años, murió el martes pasado cuando el sismo derribó la universidad.

La joven estudiaba medicina, y estaba a punto de graduarse, gracias a los esfuerzos de la madre. "No me queda nada. Para mí no hay futuro", dijo entre lágrimas a Clarín. Una cuadra antes, esta enviada había visto barracas montadas con sábanas y palos, y allí reinaba el mismo desaliento. "¿Les acercaron ya alimentos y bebidas?", preguntó este diario a quien se presentó como coordinador del asentamiento, Jean Denat. Respondió: "Hoy es el octavo día después del terremoto y todavía no nos llegó ninguna clase de ayuda. Aquí hay 500 familias y muchos pequeños".

Un último avistaje en las inmediaciones de Cité Soleil, donde hay concentraciones de ranchos de chapa y cartón, reveló que allí solo se vinieron abajo las casas que se habían levantado con material, las de cartón seguían en pie. Por la avenida La Saline, que la atraviesa de punta a punta, se llega al mercado popular.

La edificación resistió el temblor, pero el interior de la gran feria sucumbió a la suciedad entre moscas, basura y olores de todo tipo. CC

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